miércoles, 14 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
LA OTRA CARA DEL DIABLO: UNA APUESTA A LA NARRATIVA SOBRE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA
LA OTRA CARA DEL DIABLO: UNA APUESTA A LA NARRATIVA SOBRE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA
Por: José H. Palomo Zurique
Resumen
LA OTRA CARA DEL DIABLO, del escritor cordobés Javier Ladeuth, es una de las más recientes novelas que aborda desde un estilo realista el tema de la violencia en la literatura colombiana. Dos razones me mueven a hablar de esta novela. Lo primero es que es un tema de obligada actualidad en todos los estratos que conforman la sociedad colombiana. Por ello, la literatura no debe evadirlo, puesto que al lado de la crónica y el reportaje periodístico sirve para estimular la reflexión crítica sobre el fenómeno de la violencia Colombia. Lo segundo es que la producción literaria de autores cordobeses, es injustamente ignorada por la crítica literaria y por quienes trabajan los textos literarios en las instituciones y centros educativos. Por ello, he considerado importante intentar un acercamiento analítico e interpretativo a este texto literario, de tal forma que pueda explicar su estructura discursiva, el desarrollo del ideologema dominante y valorar el aporte que la novela de Ladeuth hace a la narrativa colombiana desde la perspectiva temática de la violencia.
Palabras clave: literatura realista, estructura discursiva, ideologema de la violencia, personajes
La literatura realista es la más verosímil de todas, es la que más se parece a la realidad. Alejo Carpentier afirmó en una ocasión que “crear literatura desde las fronteras del realismo es más difícil que desde cualquier otra perspectiva estético estilística”. Esta dificultad se acrecienta en la medida que la temática tratada es de actualidad porque se corre el riesgo de que la misma no esté todavía lo suficientemente decantada en el imaginario social, lo que podría llevar a los lectores a no reconocer en el discurso narrativo sus características estético literarias, sino, en el mejor de los casos, tan solo percibirlo como una extensa y amena crónica periodística. El joven Javier Ladeuth, novel escritor oriundo de San Antero, Córdoba, Colombia, valientemente asumió el reto de escribir una novela de corte realista en una sociedad en la que el realismo literario cuenta con más detractores que seguidores, especialmente entre las generaciones de lectores más jóvenes, que hoy posan de posmodernos y de ciudadanos de ninguna parte.
Me encontré con los primeros textos narrativos (cuentos) de Javier Ladeuth a principios del año 2000, cuando todavía él era estudiante de la licenciatura en Español y Literatura de la Universidad de Córdoba. Tales relatos me sorprendieron gratamente por la atmósfera fantástica y de misterio que los caracterizaba como productos estéticos. No dudé de su talento y le auguré un futuro promisorio en el campo del arte literario si seguía cultivándolo con disciplina. Hoy me encuentro con “La otra cara del diablo”, su primera novela publicada. Todavía es muy temprano para determinar el lugar que ocupará esta obra entre las novelas que recrean la violencia en Colombia. Ello dependerá en gran medida de la recepción que pueda tener por parte de la crítica literaria nacional. En mi condición de lector activo, intentaré hacer mi contribución en esa dirección.
Estructura discursiva:
La novela está conformada por diez capítulos, en los cuales se teje una gran historia (la de Richard, el protagonista) a partir de varias subhistorias (la de Juana la madre del protagonista, la de Noris, mujer de Richard, la del Toyo, amante de Noris y la de Nico el compadre de Richard, que a su vez es la voz narradora dominante). Desde el primer capítulo (El entierro del diablo) hasta el último (El final de todo) la narración es agenciada por la voz de un narrador personaje, de alguien que está muy cerca de los hechos contados y en ocasiones, participante directo en algunas de las acciones narradas. En este sentido, prima en la narración un modo “mimético” y un punto de vista “homodiegético” porque, como ya se dijo, el narrador dominante (Nicolás) participa en los hechos narrados. En cuanto a la organización de las secuencias narrativas, la novela de Ladeuth no es estrictamente lineal o cronológica porque empieza por el final de la historia de Richard (el protagonista), narrando su entierro. Este hecho se articula con las cartas que Richard le enviara a Juana su madre, desde las montañas de Colombia, para que se las hiciera llegar a Nicolás (el personaje narrador). Las cartas constituyen el elemento estratégico utilizado por el narrador dominante para estructurar las demás secuencias narrativas que le dan forma a la novela.
En los capítulos dos, tres y cinco el discurso narrativo centra la atención en las circunstancias y la manera como Richard incursionó en las filas del paramilitarismo, su participación en las acciones criminales ordenadas por los comandantes de esos grupos armados al margen de la ley. En el cuarto, focaliza la relación entre Richard y Noris, la forma como él la conoció y se enamoró de ella antes de ingresar a las filas del paramilitarismo. En el sexto se refiere al regreso del protagonista a su pueblo natal, la situación conflictiva que encontró en su familia. El séptimo se fija en las andanzas de Noris en el mundo de las infidelidades conyugales. En el octavo se cuentan más acciones criminales protagonizadas por Richard en las filas del paramilitarismo y su decisión de regresar a la vida civil, su desencanto al confirmar la relación de adulterio existente entre su mujer y el Toyo, su retorno intempestivo nuevamente al paramilitarismo. En el noveno se focaliza el diálogo conmovedor entre Juana (la madre de Richard) y Nicolás (el personaje narrador) sobre la crisis familiar y los problemas de salud que padecía la madre de Richard. El décimo capítulo centra la atención en la forma como Nicolás se entera de la muerte de Richard, lo que tuvo que hacer para reclamar el cadáver de su amigo en un pueblo de los montes de María. Con esta acción se cierra la trama argumental de la novela.
Características actanciales de los personajes:
En cuanto a las características actanciales de los personajes protagonistas y coprotagonistas, en esta novela podemos distinguir dos tipos: los que actúan como personajes redondos y los que actúan como personajes planos. En el primer tipo, es Richard el que encaja en esa clasificación porque, como lo afirma Pineda Botero, “sólo los redondos son capaces de desempeñar papeles trágicos” (1995, 122). Richard es eso, un personaje trágico porque por amor filial, conyugal y paternal fue capaz de llegar a la degradación más baja de la condición humana, la de convertirse en bestia, en asesino despiadado, en un ser temible. Richard es el típico personaje redondo porque su actuación está regulada tanto por cualidades éticas positivas (creyó hasta el último momento en el amor familiar; era generoso con sus amigos, especialmente con Nicolás, quien pudo sostenerse en la universidad en gran parte gracias a la ayuda económica que su amigo Richard le brindó) como por cualidades negativas que éticamente lo degradan como persona ( Richard fue asaltante de tienda, y cuando ingresó al paramilitarismo no tuvo empacho en degollar personas por órdenes de sus comandantes o de actuar como el más despiadado de los sicarios, contratado por personas con sed de venganza. En el caso de Noris y el Toyo, desde un principio son mostrados como personas perversas, desleales, infieles, desagradecidas, mezquinas, irrespetuosas, agresivas, cargadas de odio, deshumanizadas. Actúan movidos por una sola idea: la de aprovecharse oportunistamente de los demás. Poseen una sola cualidad ética, la de ser malos. Nicolás también se caracteriza por ser plano porque se describe y actúa como un ser sin defectos, investido sólo de cualidades positivas en la medida que siempre se asume como personaje éticamente bueno, bondadoso, solidario. En una novela técnicamente bien hecha deben existir ambos tipos de personajes. “La otra cara del diablo” cuenta con esos ingredientes estéticos.
Tipificación del ideologema dominante:
De acuerdo con Pineda Botero (1995, 123) el ideologema es “aquella marca textual que alude a una ideología particular”. En cada texto literario, el lector puede reconocer palabras y frases que se articulan discursivamente, constituyéndose en núcleos sémicos que refractan la ideología del narrador o autor convencional. Esos núcleos sémicos son los que propiamente se denominan ideologemas. En la novela “La otra cara del diablo” nos encontramos desde las primeras páginas con una red de símbolos verbales o huellas textuales que permiten reconocer la violencia como el ideologema dominante. Intentando ubicar las tendencias en las que este ideologema se ha desarrollado en el contexto de la literatura colombiana y la tipificación del mismo en la novela de Ladeuth, haré la siguiente digresión:
El ideologema de la violencia en la novela colombiana ha oscilado entre la denuncia del hecho histórico y la expresión literaria, entre lo panfletario y lo no panfletario. Oscar Osorio (2005) en un trabajo crítico sobre la novela de la violencia en Colombia plantea cuatro orientaciones fundamentales en la evolución del ideologema de la violencia en la novela colombiana: la primera corresponde a novelas como “Viento seco” de Daniel Caicedo, “Quién dijo miedo” de Jaime Sanín Echeverry, en las que el afán de querer dejar testimonios de sucesos reales está por encima de la mediación literaria. En estos casos, el discurso literario es lineal y tiene más de crónica periodística que de relato literario. La segunda, corresponde a novelas como “La calle 10” de Manuel Zapata Olivella, en la que prima la mirada sociológica de la violencia como hecho histórico al tiempo que se percibe un tratamiento más cuidadoso de lo literario. La tercera, corresponde a novelas como “La mala hora” o “La hojarasca” de Gabriel García Márquez, en las que el hecho histórico se subordina a lo estético literario. En este tipo de novelas, la imagen de la violencia se trata de modo tangencial y anecdótico, focaliza más los efectos de la violencia en las personas, que la violencia en sí misma. La cuarta, corresponde a novelas como “Cóndores no entierran todos los días” de Gustavo Álvarez Gardeazábal, “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón” de Albalucía Ángel, en las que se nota la intención de buscar un equilibrio entre el hecho histórico y la expresión literaria. A diferencia de las anteriores tendencias, ésta retoma abiertamente el fenómeno de la violencia, recreando imágenes cruentas de manera directa, pero sin perder la mediación literaria.
El desarrollo del ideologema de la violencia en “La otra cara del diablo” se podría ubicar en la cuarta tendencia, puesto que se nota un esfuerzo por buscar un equilibrio entre el hecho histórico y el producto estético literario. Es una novela en la que el lector encontrará capítulos que describen imágenes cruentas y desgarradoras de la violencia paramilitar en las montañas y pueblos de Colombia (II, III, V, VIII). Pero, el hecho de que el relato novelístico no sea lineal y focalice también el drama privado y público que viven los personajes cercanos a quienes son protagonistas de la violencia, además de las referencias intertextuales a textos íconos de la literatura clásica como “El satiricón” de Petronio y “Edipo Rey” de Sófocles (pág. 55) la alusión a los cuentos de Sherlock Holmes (pág. 88) y Edgar Allan Poe (pág. 112) íconos literarios representativos de la literatura moderna, indica que hay la intención de darle un valor estético al discurso narrativo que trascienda las fronteras de la simple crónica de hechos históricos.
A manera de conclusión:
Atendiendo a la direccionalidad del ideologema dominante, “La otra cara del diablo” es un buen ejemplo de novela trágica porque no sólo da cuenta del fracaso del protagonista como marido, padre y ser humano al convertirse en instrumento del paramilitarismo, sino porque la peste de la violencia, la inseguridad, la miseria se hace extensiva a toda la población bajo dominio paramilitar. Es también una novela de denuncia porque intenta desenmascarar la criminal relación colaborativa que existe entre algunas instituciones de seguridad del Estado, como es el caso del ejército, congresistas, alcaldes, gobernadores y los grupos paramilitares. Los efectos inmediatos de la violencia no sólo se expresan en la muerte de Richard (el protagonista) sino en la situación dramática padecida por la madre y los hijos de Richard, el tendero José Hilario, la situación de degradación moral en la que caen Noris y el Toyo.
Al leer esta novela, queda también la sensación en el lector de ver la muerte del protagonista, no sólo como consecuencia de la violencia paramilitar y guerrillera, sino también como resultado del desengaño amoroso. El entretejimiento de estos dos sentidos es el que hace que la obra narrativa mantenga su tensión dramática de principio a fin. Lástima que esté plagada de tantos gazapos y fallas de redacción. Parece que se precipitaron a publicarla sin la necesaria revisión editorial. Este es el lunar más visible que afecta la novela de Javier Ladeuth, que se asoma al final de la primera década del siglo XXI como uno de los prometedores talentos de la narrativa literaria en Córdoba y el Caribe colombiano.
BIBLIOGRAFÍA DE APOYO
AYALA POVEDA, Fernando (2002) Manual de Literatura Colombiana. Bogotá, Panamericana
COBO BORDA, Juan Gustavo (1996) Poesía y novela en Colombia en la década del 80: algunas tendencias. En Colombia Hoy. Bogotá, Biblioteca familiar presidencia de la República
FIGUEROA, Cristo Rafael (1994) Estaba la Pájara Pinta Sentada en el Verde Limón: la proliferación del enunciado en el discurso narrativo. En: Luz Mary Giraldo, La novela Colombiana ante la crítica, Cali, Universidad del Valle
LADEUTH, Javier (2008) la otra cara del diablo. Bogotá, Thomas de Quincey Editores
OSORIO, Óscar (2005) Albalucía Ángel y la novela de la violencia en Colombia. Cali, Universidad del Valle
PINEDA BOTERO, Álvaro (1995) El reto de la crítica. Bogotá, Planeta
RESTREPO, Laura, “Niveles de realidad en la literatura de la ‘Violencia’ colombiana”, en: Ideología y Sociedad, No. 17-18 abril-sep. De 1976.
REY, Mario Enrique (1994) Una mirada a la obra de Manuel Zapata Olivella. En: Luz Mery Giraldo. La novela colombiana ante la crítica. Cali, Universidad del Valle
VALENCIA SOLANILLA, César (1993) La novela colombiana contemporánea en la modernidad literaria. En: Manual de Literatura Colombiana, tomo II. Bogotá, Procultura - Planeta
Por: José H. Palomo Zurique
Resumen
LA OTRA CARA DEL DIABLO, del escritor cordobés Javier Ladeuth, es una de las más recientes novelas que aborda desde un estilo realista el tema de la violencia en la literatura colombiana. Dos razones me mueven a hablar de esta novela. Lo primero es que es un tema de obligada actualidad en todos los estratos que conforman la sociedad colombiana. Por ello, la literatura no debe evadirlo, puesto que al lado de la crónica y el reportaje periodístico sirve para estimular la reflexión crítica sobre el fenómeno de la violencia Colombia. Lo segundo es que la producción literaria de autores cordobeses, es injustamente ignorada por la crítica literaria y por quienes trabajan los textos literarios en las instituciones y centros educativos. Por ello, he considerado importante intentar un acercamiento analítico e interpretativo a este texto literario, de tal forma que pueda explicar su estructura discursiva, el desarrollo del ideologema dominante y valorar el aporte que la novela de Ladeuth hace a la narrativa colombiana desde la perspectiva temática de la violencia.
Palabras clave: literatura realista, estructura discursiva, ideologema de la violencia, personajes
La literatura realista es la más verosímil de todas, es la que más se parece a la realidad. Alejo Carpentier afirmó en una ocasión que “crear literatura desde las fronteras del realismo es más difícil que desde cualquier otra perspectiva estético estilística”. Esta dificultad se acrecienta en la medida que la temática tratada es de actualidad porque se corre el riesgo de que la misma no esté todavía lo suficientemente decantada en el imaginario social, lo que podría llevar a los lectores a no reconocer en el discurso narrativo sus características estético literarias, sino, en el mejor de los casos, tan solo percibirlo como una extensa y amena crónica periodística. El joven Javier Ladeuth, novel escritor oriundo de San Antero, Córdoba, Colombia, valientemente asumió el reto de escribir una novela de corte realista en una sociedad en la que el realismo literario cuenta con más detractores que seguidores, especialmente entre las generaciones de lectores más jóvenes, que hoy posan de posmodernos y de ciudadanos de ninguna parte.
Me encontré con los primeros textos narrativos (cuentos) de Javier Ladeuth a principios del año 2000, cuando todavía él era estudiante de la licenciatura en Español y Literatura de la Universidad de Córdoba. Tales relatos me sorprendieron gratamente por la atmósfera fantástica y de misterio que los caracterizaba como productos estéticos. No dudé de su talento y le auguré un futuro promisorio en el campo del arte literario si seguía cultivándolo con disciplina. Hoy me encuentro con “La otra cara del diablo”, su primera novela publicada. Todavía es muy temprano para determinar el lugar que ocupará esta obra entre las novelas que recrean la violencia en Colombia. Ello dependerá en gran medida de la recepción que pueda tener por parte de la crítica literaria nacional. En mi condición de lector activo, intentaré hacer mi contribución en esa dirección.
Estructura discursiva:
La novela está conformada por diez capítulos, en los cuales se teje una gran historia (la de Richard, el protagonista) a partir de varias subhistorias (la de Juana la madre del protagonista, la de Noris, mujer de Richard, la del Toyo, amante de Noris y la de Nico el compadre de Richard, que a su vez es la voz narradora dominante). Desde el primer capítulo (El entierro del diablo) hasta el último (El final de todo) la narración es agenciada por la voz de un narrador personaje, de alguien que está muy cerca de los hechos contados y en ocasiones, participante directo en algunas de las acciones narradas. En este sentido, prima en la narración un modo “mimético” y un punto de vista “homodiegético” porque, como ya se dijo, el narrador dominante (Nicolás) participa en los hechos narrados. En cuanto a la organización de las secuencias narrativas, la novela de Ladeuth no es estrictamente lineal o cronológica porque empieza por el final de la historia de Richard (el protagonista), narrando su entierro. Este hecho se articula con las cartas que Richard le enviara a Juana su madre, desde las montañas de Colombia, para que se las hiciera llegar a Nicolás (el personaje narrador). Las cartas constituyen el elemento estratégico utilizado por el narrador dominante para estructurar las demás secuencias narrativas que le dan forma a la novela.
En los capítulos dos, tres y cinco el discurso narrativo centra la atención en las circunstancias y la manera como Richard incursionó en las filas del paramilitarismo, su participación en las acciones criminales ordenadas por los comandantes de esos grupos armados al margen de la ley. En el cuarto, focaliza la relación entre Richard y Noris, la forma como él la conoció y se enamoró de ella antes de ingresar a las filas del paramilitarismo. En el sexto se refiere al regreso del protagonista a su pueblo natal, la situación conflictiva que encontró en su familia. El séptimo se fija en las andanzas de Noris en el mundo de las infidelidades conyugales. En el octavo se cuentan más acciones criminales protagonizadas por Richard en las filas del paramilitarismo y su decisión de regresar a la vida civil, su desencanto al confirmar la relación de adulterio existente entre su mujer y el Toyo, su retorno intempestivo nuevamente al paramilitarismo. En el noveno se focaliza el diálogo conmovedor entre Juana (la madre de Richard) y Nicolás (el personaje narrador) sobre la crisis familiar y los problemas de salud que padecía la madre de Richard. El décimo capítulo centra la atención en la forma como Nicolás se entera de la muerte de Richard, lo que tuvo que hacer para reclamar el cadáver de su amigo en un pueblo de los montes de María. Con esta acción se cierra la trama argumental de la novela.
Características actanciales de los personajes:
En cuanto a las características actanciales de los personajes protagonistas y coprotagonistas, en esta novela podemos distinguir dos tipos: los que actúan como personajes redondos y los que actúan como personajes planos. En el primer tipo, es Richard el que encaja en esa clasificación porque, como lo afirma Pineda Botero, “sólo los redondos son capaces de desempeñar papeles trágicos” (1995, 122). Richard es eso, un personaje trágico porque por amor filial, conyugal y paternal fue capaz de llegar a la degradación más baja de la condición humana, la de convertirse en bestia, en asesino despiadado, en un ser temible. Richard es el típico personaje redondo porque su actuación está regulada tanto por cualidades éticas positivas (creyó hasta el último momento en el amor familiar; era generoso con sus amigos, especialmente con Nicolás, quien pudo sostenerse en la universidad en gran parte gracias a la ayuda económica que su amigo Richard le brindó) como por cualidades negativas que éticamente lo degradan como persona ( Richard fue asaltante de tienda, y cuando ingresó al paramilitarismo no tuvo empacho en degollar personas por órdenes de sus comandantes o de actuar como el más despiadado de los sicarios, contratado por personas con sed de venganza. En el caso de Noris y el Toyo, desde un principio son mostrados como personas perversas, desleales, infieles, desagradecidas, mezquinas, irrespetuosas, agresivas, cargadas de odio, deshumanizadas. Actúan movidos por una sola idea: la de aprovecharse oportunistamente de los demás. Poseen una sola cualidad ética, la de ser malos. Nicolás también se caracteriza por ser plano porque se describe y actúa como un ser sin defectos, investido sólo de cualidades positivas en la medida que siempre se asume como personaje éticamente bueno, bondadoso, solidario. En una novela técnicamente bien hecha deben existir ambos tipos de personajes. “La otra cara del diablo” cuenta con esos ingredientes estéticos.
Tipificación del ideologema dominante:
De acuerdo con Pineda Botero (1995, 123) el ideologema es “aquella marca textual que alude a una ideología particular”. En cada texto literario, el lector puede reconocer palabras y frases que se articulan discursivamente, constituyéndose en núcleos sémicos que refractan la ideología del narrador o autor convencional. Esos núcleos sémicos son los que propiamente se denominan ideologemas. En la novela “La otra cara del diablo” nos encontramos desde las primeras páginas con una red de símbolos verbales o huellas textuales que permiten reconocer la violencia como el ideologema dominante. Intentando ubicar las tendencias en las que este ideologema se ha desarrollado en el contexto de la literatura colombiana y la tipificación del mismo en la novela de Ladeuth, haré la siguiente digresión:
El ideologema de la violencia en la novela colombiana ha oscilado entre la denuncia del hecho histórico y la expresión literaria, entre lo panfletario y lo no panfletario. Oscar Osorio (2005) en un trabajo crítico sobre la novela de la violencia en Colombia plantea cuatro orientaciones fundamentales en la evolución del ideologema de la violencia en la novela colombiana: la primera corresponde a novelas como “Viento seco” de Daniel Caicedo, “Quién dijo miedo” de Jaime Sanín Echeverry, en las que el afán de querer dejar testimonios de sucesos reales está por encima de la mediación literaria. En estos casos, el discurso literario es lineal y tiene más de crónica periodística que de relato literario. La segunda, corresponde a novelas como “La calle 10” de Manuel Zapata Olivella, en la que prima la mirada sociológica de la violencia como hecho histórico al tiempo que se percibe un tratamiento más cuidadoso de lo literario. La tercera, corresponde a novelas como “La mala hora” o “La hojarasca” de Gabriel García Márquez, en las que el hecho histórico se subordina a lo estético literario. En este tipo de novelas, la imagen de la violencia se trata de modo tangencial y anecdótico, focaliza más los efectos de la violencia en las personas, que la violencia en sí misma. La cuarta, corresponde a novelas como “Cóndores no entierran todos los días” de Gustavo Álvarez Gardeazábal, “Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón” de Albalucía Ángel, en las que se nota la intención de buscar un equilibrio entre el hecho histórico y la expresión literaria. A diferencia de las anteriores tendencias, ésta retoma abiertamente el fenómeno de la violencia, recreando imágenes cruentas de manera directa, pero sin perder la mediación literaria.
El desarrollo del ideologema de la violencia en “La otra cara del diablo” se podría ubicar en la cuarta tendencia, puesto que se nota un esfuerzo por buscar un equilibrio entre el hecho histórico y el producto estético literario. Es una novela en la que el lector encontrará capítulos que describen imágenes cruentas y desgarradoras de la violencia paramilitar en las montañas y pueblos de Colombia (II, III, V, VIII). Pero, el hecho de que el relato novelístico no sea lineal y focalice también el drama privado y público que viven los personajes cercanos a quienes son protagonistas de la violencia, además de las referencias intertextuales a textos íconos de la literatura clásica como “El satiricón” de Petronio y “Edipo Rey” de Sófocles (pág. 55) la alusión a los cuentos de Sherlock Holmes (pág. 88) y Edgar Allan Poe (pág. 112) íconos literarios representativos de la literatura moderna, indica que hay la intención de darle un valor estético al discurso narrativo que trascienda las fronteras de la simple crónica de hechos históricos.
A manera de conclusión:
Atendiendo a la direccionalidad del ideologema dominante, “La otra cara del diablo” es un buen ejemplo de novela trágica porque no sólo da cuenta del fracaso del protagonista como marido, padre y ser humano al convertirse en instrumento del paramilitarismo, sino porque la peste de la violencia, la inseguridad, la miseria se hace extensiva a toda la población bajo dominio paramilitar. Es también una novela de denuncia porque intenta desenmascarar la criminal relación colaborativa que existe entre algunas instituciones de seguridad del Estado, como es el caso del ejército, congresistas, alcaldes, gobernadores y los grupos paramilitares. Los efectos inmediatos de la violencia no sólo se expresan en la muerte de Richard (el protagonista) sino en la situación dramática padecida por la madre y los hijos de Richard, el tendero José Hilario, la situación de degradación moral en la que caen Noris y el Toyo.
Al leer esta novela, queda también la sensación en el lector de ver la muerte del protagonista, no sólo como consecuencia de la violencia paramilitar y guerrillera, sino también como resultado del desengaño amoroso. El entretejimiento de estos dos sentidos es el que hace que la obra narrativa mantenga su tensión dramática de principio a fin. Lástima que esté plagada de tantos gazapos y fallas de redacción. Parece que se precipitaron a publicarla sin la necesaria revisión editorial. Este es el lunar más visible que afecta la novela de Javier Ladeuth, que se asoma al final de la primera década del siglo XXI como uno de los prometedores talentos de la narrativa literaria en Córdoba y el Caribe colombiano.
BIBLIOGRAFÍA DE APOYO
AYALA POVEDA, Fernando (2002) Manual de Literatura Colombiana. Bogotá, Panamericana
COBO BORDA, Juan Gustavo (1996) Poesía y novela en Colombia en la década del 80: algunas tendencias. En Colombia Hoy. Bogotá, Biblioteca familiar presidencia de la República
FIGUEROA, Cristo Rafael (1994) Estaba la Pájara Pinta Sentada en el Verde Limón: la proliferación del enunciado en el discurso narrativo. En: Luz Mary Giraldo, La novela Colombiana ante la crítica, Cali, Universidad del Valle
LADEUTH, Javier (2008) la otra cara del diablo. Bogotá, Thomas de Quincey Editores
OSORIO, Óscar (2005) Albalucía Ángel y la novela de la violencia en Colombia. Cali, Universidad del Valle
PINEDA BOTERO, Álvaro (1995) El reto de la crítica. Bogotá, Planeta
RESTREPO, Laura, “Niveles de realidad en la literatura de la ‘Violencia’ colombiana”, en: Ideología y Sociedad, No. 17-18 abril-sep. De 1976.
REY, Mario Enrique (1994) Una mirada a la obra de Manuel Zapata Olivella. En: Luz Mery Giraldo. La novela colombiana ante la crítica. Cali, Universidad del Valle
VALENCIA SOLANILLA, César (1993) La novela colombiana contemporánea en la modernidad literaria. En: Manual de Literatura Colombiana, tomo II. Bogotá, Procultura - Planeta
CÒMO DUELE EL FESTIVAL DEL BURRO HOY
¡CÒMO DUELE EL FESTIVAL DEL BURRO HOY!
Cuando vi a la maestra Carmen Cecilia, con sus ojos estancados en lo más profundo de su nostalgia, su mano diestra recostada en su mejilla, su pie izquierdo oscilando verticalmente, al compás de un ritmo que emergía de lo más profundo de esa melancolía, entonces comprendí el sufrimiento que padecía ella, yo y todo al que le duela este suelo, debido a el estado crítico en que se hallaba aquel patrimonio que nos une a todos en torno a un solo sentir. El festival del burro.
Cuando la maestra Carmen Cecilia se enteró, que los organizadores de estas festividades estaban cercenando varias partes vitales de esta festividad, sintió en carne propia, la agonía y el padecimiento de esta tradición que mandaron a cuidados intensivos.
-El festival del burro no se puede reducir a una K-Z. la semana santa en san antero es la memoria cultura del pueblo que se reconstruye año tras año edificando la muralla, que contiene la bestia de la violencia, permitiéndole a nuestros niños, recorrer las calles con un rostro de esperanza.
Me dijo la maestra, con sus ojos encharcados de nostalgia y padecimiento “¡CULTURA Javier!” me repitió varias veces con su voz quebrada. Y es que en verdad ella sentía que se estaba atentando contra lo más sagrado de un pueblo; su cultural, lo que la lleva a recordar que en algunas de las cartulinas hechas por sus alumnos reza la siguiente frase.
“la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos” (UNESCO, 1982: Declaración de México)
Es así, que esta festividad que ha transcendido por décadas, o más bien siglos, hoy por hoy atraviesa su etapa más crítica, y eso le duele a Carmen. Por ello, para hablar de festival del burro, no sólo hay que referirnos a los años 20`s cuando Remigio Maza inició la tradición del paseo de Judas para una semana santa, hay que ir más allá en la historia para vislumbrar la dimensión trascendental de estas fiestas para la cultura de San Antero, el Caribe colombiano y el país. Es de este modo, que de acuerdo con registros históricos encontrados, algunos de los más importantes y remotos antecedentes se dan en las fiestas babilónicas llamadas SACAEA, que se celebraban alrededor del 25 de marzo. Las Saturnales del imperio romano, y en la edad media en las fiestas de los locos y del asno.
En España a principio del siglo pasado los habitantes de ciudades como Madrid y Barcelona, celebraban estas festividades con gran regocijo. En la actualidad lo hacen pobladores de Cáceres y Cuenca.
En América se da en algunos países donde aún perdura como Perú ( Yupan, Acash), Bolivia (Cotoca, Santa Cruz de la Sierra), México( Guanajuato, Celaya, Toluca), Guatemala (Sacacoyo), Venezuela (Aguasay) y Colombia (San antero).
Pero la fiesta que se realiza en este municipio tiene varias particularidades que la diferencian ante las demás y a su vez la hace única, entre estos distintivos encontramos:
EL PASEO DE JUDAS EN BURRO: Judas montado en un burro y cientos de niñas y niños, jóvenes, adultos y ancianos, vestidos con ropas de carnaval sobres burros disfrazados con flores y ropa vieja, recorriendo las tradicionales calles del pueblo al compás que marcan las bandas de música de viento; a la vez, miles de personas agolpadas en los corredores de las casas disfrutando el colorido del paseo y escuchando atentamente la lectura del testamento.
PODER TEMPORAL: En la lectura de la primera clausula testamentaria judas establece las normas que rige el evento.
JUICIO: El texto del testamento antes de iniciar las clausulas nos dice ¿quién es?, ¿Quiénes lo juzgan? , el que hizo, el porqué y el cómo y cuándo del proceso.
TESTAMENTO: A través de un documento satírico, Judas reparte su fortuna y hace público hechos que son la causa para designar herederos a personalidades de orden local, nacional e internacional e la actividad pública, privada y religiosa.
HORCA: Es colgado con cabuya por el cuello en un poste de unos cinco metros, enterrado en la plaza principal durante unas horas, mientras la multitud alegre y entusiasta lo rodea.
QUEMA: La mecha se enciende y lentamente la llama lo consume poco a poco, y los estruendos de las explosiones sacuden el polvo mientras él arde.
Pero esta fiesta histórica en San Antero, tomó aún más fuerza cuando hace algunos años, rescataron toda su riqueza folclórica de esta región, esto fortaleció su peculiaridad, estos eventos fueron: la participación de sextetos, las cantadoras de bullerengue, la literatura, el deporte competitivo (ajedrez y beisbol infantil) y la muy venerada y hoy sacrificada toma cultural de danzas folclóricas, que logró convocar en su última versión más de 100 comparsas locales y 20 extrajeras, que desfilaron radiantes por las calles de San Antero. La maestra Carmen Cecilia fue testigo actante de eso.
Esta serie de eventos vigorizaron el festival, junto con la revaloración del paseo de Judas en burro (burralgata) lograron que esta fiesta se situara en el más alto pedestal del orgullo sananterano, catapultándonos a la vez como atractivo turístico en esa semana mayor.
No en vano a la maestra Carmen le duele cuando ve que sus niños llenos confusión, le preguntan por qué en una programación de hoy sólo se presentan ventas gastronómicas y artesanales, mientras que en versiones pasadas se podían advertir torneo nacionales interclubes de beisbol infantil, ( lo único que sobrevive), encuentros ajedrecísticos de niños sanateranos con maestros internacionales de la talla de Alberto Acosta, Noger Palau, Maricela Palau y maestros nacionales como Alberto Escobar, Óscar Castro entre otros.
La maestra, señalando un álbum de las festividades de los últimos años, con voz de nostalgia recuerda aquellos momentos en que “las letras se tomaron al festival del burro” trayendo a los autores de historias en las que ella muchas veces había navegado y a quienes sus alumnos hoy esperan para mostrarles sus escritos. Es de este modo que junto con las letras llegaron autores cómo Álvaro Miranda, David Sánchez Juliao, Ignacio Verbel, José Luis Garcés González, Gustavo Bolívar, Federico Díaz Ganados, Guido Tamayo, Ernesto McCausland, a quien estas tierras y esta gente inspiraron para que rodara un cortometraje con puro talento local. Y así como ellos, llegaron muchos más que anidaron por esa época en estas tierras, dejando empolladas las historias en la imaginación de muchos niños.
A Carmen le duele saber que este año no se escucharán las voces de las cantadoras de bullerengue que alegraban con sus tonadas las noches de San Antero en festival. Este año no se oirá a Petrona Martínez entonando “ la vida vale la pena” o “ el parrandón” o “la lavandera”, ni tampoco se oirá a María Mulata entonando en voz de Diana, "Me duele el alma", canción que conquistó a los chilenos en Viña del Mar, y Etelvina desde el más allá llorará, al ver como la última nota que entonó en este pueblo se desvanece en el olvido. Este año, un grupo de niñas sananteranas, quedarán con las ganas de mostrarles a esas cantadoras, aquella canción que escribieron a su tierra. Esas tonadas mágicas que se mezclaban con la sangre de quien las escuchaba, no sonarán. Así como tampoco no repiqueteará los niños de San Antero, tabalá y otros sextetos.
Todas esta cosas llenan de tristeza el corazón de esta sananterana de pura cepa, pero lo que más le duele a la maestra Carmen Cecilia, es saber que este año ni sus amigas, ni su comadre, ni ahijados , ni los niños, ni toda la gente de su calle, ni de las otras calle, no tendrán la oportunidad de lucir sus vestidos coloridos, ni bailarán al compás del ritmo de instrumentos de viento que les soplan el orgullo y el garbo en el rostro de los danzantes, quienes empapados en sudor bailan con frenesí recorriendo las calles e su pueblo, simbolizando la vida, la libertad y la santeranidad. Este año Carmen Cecilia no danzará, ni ella ni nadie. Sufre en silencio, pues a alguien se le ocurrió que gastar dinero en estas cosas, no vale la pena.
Javier Ladeuth
Cuando vi a la maestra Carmen Cecilia, con sus ojos estancados en lo más profundo de su nostalgia, su mano diestra recostada en su mejilla, su pie izquierdo oscilando verticalmente, al compás de un ritmo que emergía de lo más profundo de esa melancolía, entonces comprendí el sufrimiento que padecía ella, yo y todo al que le duela este suelo, debido a el estado crítico en que se hallaba aquel patrimonio que nos une a todos en torno a un solo sentir. El festival del burro.
Cuando la maestra Carmen Cecilia se enteró, que los organizadores de estas festividades estaban cercenando varias partes vitales de esta festividad, sintió en carne propia, la agonía y el padecimiento de esta tradición que mandaron a cuidados intensivos.
-El festival del burro no se puede reducir a una K-Z. la semana santa en san antero es la memoria cultura del pueblo que se reconstruye año tras año edificando la muralla, que contiene la bestia de la violencia, permitiéndole a nuestros niños, recorrer las calles con un rostro de esperanza.
Me dijo la maestra, con sus ojos encharcados de nostalgia y padecimiento “¡CULTURA Javier!” me repitió varias veces con su voz quebrada. Y es que en verdad ella sentía que se estaba atentando contra lo más sagrado de un pueblo; su cultural, lo que la lleva a recordar que en algunas de las cartulinas hechas por sus alumnos reza la siguiente frase.
“la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos” (UNESCO, 1982: Declaración de México)
Es así, que esta festividad que ha transcendido por décadas, o más bien siglos, hoy por hoy atraviesa su etapa más crítica, y eso le duele a Carmen. Por ello, para hablar de festival del burro, no sólo hay que referirnos a los años 20`s cuando Remigio Maza inició la tradición del paseo de Judas para una semana santa, hay que ir más allá en la historia para vislumbrar la dimensión trascendental de estas fiestas para la cultura de San Antero, el Caribe colombiano y el país. Es de este modo, que de acuerdo con registros históricos encontrados, algunos de los más importantes y remotos antecedentes se dan en las fiestas babilónicas llamadas SACAEA, que se celebraban alrededor del 25 de marzo. Las Saturnales del imperio romano, y en la edad media en las fiestas de los locos y del asno.
En España a principio del siglo pasado los habitantes de ciudades como Madrid y Barcelona, celebraban estas festividades con gran regocijo. En la actualidad lo hacen pobladores de Cáceres y Cuenca.
En América se da en algunos países donde aún perdura como Perú ( Yupan, Acash), Bolivia (Cotoca, Santa Cruz de la Sierra), México( Guanajuato, Celaya, Toluca), Guatemala (Sacacoyo), Venezuela (Aguasay) y Colombia (San antero).
Pero la fiesta que se realiza en este municipio tiene varias particularidades que la diferencian ante las demás y a su vez la hace única, entre estos distintivos encontramos:
EL PASEO DE JUDAS EN BURRO: Judas montado en un burro y cientos de niñas y niños, jóvenes, adultos y ancianos, vestidos con ropas de carnaval sobres burros disfrazados con flores y ropa vieja, recorriendo las tradicionales calles del pueblo al compás que marcan las bandas de música de viento; a la vez, miles de personas agolpadas en los corredores de las casas disfrutando el colorido del paseo y escuchando atentamente la lectura del testamento.
PODER TEMPORAL: En la lectura de la primera clausula testamentaria judas establece las normas que rige el evento.
JUICIO: El texto del testamento antes de iniciar las clausulas nos dice ¿quién es?, ¿Quiénes lo juzgan? , el que hizo, el porqué y el cómo y cuándo del proceso.
TESTAMENTO: A través de un documento satírico, Judas reparte su fortuna y hace público hechos que son la causa para designar herederos a personalidades de orden local, nacional e internacional e la actividad pública, privada y religiosa.
HORCA: Es colgado con cabuya por el cuello en un poste de unos cinco metros, enterrado en la plaza principal durante unas horas, mientras la multitud alegre y entusiasta lo rodea.
QUEMA: La mecha se enciende y lentamente la llama lo consume poco a poco, y los estruendos de las explosiones sacuden el polvo mientras él arde.
Pero esta fiesta histórica en San Antero, tomó aún más fuerza cuando hace algunos años, rescataron toda su riqueza folclórica de esta región, esto fortaleció su peculiaridad, estos eventos fueron: la participación de sextetos, las cantadoras de bullerengue, la literatura, el deporte competitivo (ajedrez y beisbol infantil) y la muy venerada y hoy sacrificada toma cultural de danzas folclóricas, que logró convocar en su última versión más de 100 comparsas locales y 20 extrajeras, que desfilaron radiantes por las calles de San Antero. La maestra Carmen Cecilia fue testigo actante de eso.
Esta serie de eventos vigorizaron el festival, junto con la revaloración del paseo de Judas en burro (burralgata) lograron que esta fiesta se situara en el más alto pedestal del orgullo sananterano, catapultándonos a la vez como atractivo turístico en esa semana mayor.
No en vano a la maestra Carmen le duele cuando ve que sus niños llenos confusión, le preguntan por qué en una programación de hoy sólo se presentan ventas gastronómicas y artesanales, mientras que en versiones pasadas se podían advertir torneo nacionales interclubes de beisbol infantil, ( lo único que sobrevive), encuentros ajedrecísticos de niños sanateranos con maestros internacionales de la talla de Alberto Acosta, Noger Palau, Maricela Palau y maestros nacionales como Alberto Escobar, Óscar Castro entre otros.
La maestra, señalando un álbum de las festividades de los últimos años, con voz de nostalgia recuerda aquellos momentos en que “las letras se tomaron al festival del burro” trayendo a los autores de historias en las que ella muchas veces había navegado y a quienes sus alumnos hoy esperan para mostrarles sus escritos. Es de este modo que junto con las letras llegaron autores cómo Álvaro Miranda, David Sánchez Juliao, Ignacio Verbel, José Luis Garcés González, Gustavo Bolívar, Federico Díaz Ganados, Guido Tamayo, Ernesto McCausland, a quien estas tierras y esta gente inspiraron para que rodara un cortometraje con puro talento local. Y así como ellos, llegaron muchos más que anidaron por esa época en estas tierras, dejando empolladas las historias en la imaginación de muchos niños.
A Carmen le duele saber que este año no se escucharán las voces de las cantadoras de bullerengue que alegraban con sus tonadas las noches de San Antero en festival. Este año no se oirá a Petrona Martínez entonando “ la vida vale la pena” o “ el parrandón” o “la lavandera”, ni tampoco se oirá a María Mulata entonando en voz de Diana, "Me duele el alma", canción que conquistó a los chilenos en Viña del Mar, y Etelvina desde el más allá llorará, al ver como la última nota que entonó en este pueblo se desvanece en el olvido. Este año, un grupo de niñas sananteranas, quedarán con las ganas de mostrarles a esas cantadoras, aquella canción que escribieron a su tierra. Esas tonadas mágicas que se mezclaban con la sangre de quien las escuchaba, no sonarán. Así como tampoco no repiqueteará los niños de San Antero, tabalá y otros sextetos.
Todas esta cosas llenan de tristeza el corazón de esta sananterana de pura cepa, pero lo que más le duele a la maestra Carmen Cecilia, es saber que este año ni sus amigas, ni su comadre, ni ahijados , ni los niños, ni toda la gente de su calle, ni de las otras calle, no tendrán la oportunidad de lucir sus vestidos coloridos, ni bailarán al compás del ritmo de instrumentos de viento que les soplan el orgullo y el garbo en el rostro de los danzantes, quienes empapados en sudor bailan con frenesí recorriendo las calles e su pueblo, simbolizando la vida, la libertad y la santeranidad. Este año Carmen Cecilia no danzará, ni ella ni nadie. Sufre en silencio, pues a alguien se le ocurrió que gastar dinero en estas cosas, no vale la pena.
Javier Ladeuth
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